Hay un trípode de poetas catalanes sobre los cuales se sostiene mi gusto por esta extraña y complicada forma de contar cosas que es la poesía: Jaime Gil de Biedma, Gabriel Ferrater y Miquel Martí i Pol. De ellos, el único que escribía en castellano y, por tanto, el que figura de forma más categórica en los cánones poéticos españoles, es el primero.
Para cualquier “iniciado” es una referencia de sobra conocida y recurrentemente buscada. Pero tampoco es necesario decir, espero, que la nómina de “iniciados” en poesía es mínima, y por tanto quizá tenga esta entrada algo de valor añadido (aunque no sea mucho). Además, como muchas veces, he tenido que recurrir esta temporada a
“Las personas del verbo” y este hecho ha de tener reflejo aquí.
No elijo, sin embargo, ninguno de los poemas imprescindibles de
“Poemas póstumos” (“
Contra Jaime Gil de Biedma”, “No volveré a ser joven”, “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”…) sino que me decanto por algo más sencillo, pero que se me antoja un detalle de clase y descaro. Con este poema abría su segundo (y penúltimo…) poemario, “
Moralidades”:En el nombre de hoyEn el nombre de hoy, veintiséis
de abril y mil novecientos
cincuenta y nueve, domingo
de nubes con sol, a las tres
―según sentencia del tiempo―
de la tarde en que doy principio
a este ejercicio en pronombre primero
del singular, indicativo,
y asimismo en el nombre del pájaro
y de la espuma del almendro,
del mundo, en fin, que habitamos,
voy a deciros lo que entiendo.
Pero antes de ir adelante
desde esta página quiero
enviar un saludo a mis padres,
que no me estarán leyendo.
Para ti, que no te nombro,
amor mío ―y ahora hablo en serio―,
para ti, sol de los días
y noches, maravilloso
gran premio de mi vida,
de toda la vida, qué puedo
decir, ni qué quieres que escriba
a la puerta de estos versos?
Finalmente a los amigos,
compañeros de viaje,
y sobre todos ellos
a vosotros, Carlos, Ángel,
Alfonso y Pepe, Gabriel
y Gabriel, Pepe (Caballero)
y a mi sobrino Miguel,
Joseagustín y Blas de Otero,
a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado,
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social,
dedico también un recuerdo,
y a la afición en general.