lunes, 22 de marzo de 2010

... de Vicente Luis Mora

Estimados prosistas, ruego tengan en cuenta que en nuestra civilización del ruido y la prisa, esa en la que ustedes viven pero también sus lectores, esta época en la que apenas tenemos tiempo para nada y en la que el poco tiempo libre se pasa de acá para allá, consumiendo píldoras fragmentarias de cultura en archivos comprimidos (mp3, mp4, películas mpeg o avi, zip, pps, periódicos, newsletter por correo electrónico, revistas), aglomerados en atascos o en medios de transporte colectivos, la lectura narrativa es el único momento del día o de la semana donde el ciudadano actual decide estar un rato solo, sentado y en silencio. Por tanto, es el único momento real al día, o a la semana, en el que puede pensar.

En consecuencia, pongan en sus novelas o libros de cuentos ideas, tramas, personajes, que muevan a sus lectores a la reflexión. Háganles razonar. Denles algo para marear el magín. Ellos dirán en las encuestas que buscan evasión en su tiempo de ocio, pero no es verdad: están evadidos el resto del tiempo. Es ahí, en ese único momento, el de la lectura, donde pueden encontrar materia para reflexionar sobre su vida, sobre las cosas importantes, sobre la cárcel de ruido en la que viven. Agárrenles ahí. Ya no hay otro espacio para el pensamiento en la vida contemporánea.

domingo, 21 de marzo de 2010

Gran noche la de ayer con el concierto de Puskas&Ochoa, enBlanco y Elenco.

Aunque basándome en las crónicas deportivas y en las imágenes disponibles del Mandríl-Sporting de anoche, he de acordarme del estribillo de una canción de un grupo que no tiene nada que ver con los anteriores:


miércoles, 3 de marzo de 2010

... de Gilles Deleuze

El acto de escribir es una tentativa de convertir la vida en algo que no es sólo personal, de liberar la vida de aquello que la aprisiona. El artista o el filósofo tienen a menudo una salud escasa y frágil, un organismo débil, un equilibrio precario: Spinoza, Nietzsche, Lawrence. Pero lo que les mina no es la muerte sino más bien un cierto exceso de vida que han llegado a ver, a experimentar, a pensar. Una vida demasiado grande para ellos, pero de la cual, gracias a ellos, “se revelan los signos”: el final de Zaratustra, el libro quinto de la Ética. Se escribe en función de un pueblo futuro que aún carece de lenguaje. Crear no es comunicar sino resistir. Hay un profundo vínculo entre los signos, el acontecimiento y la vida, el vitalismo. Es la potencia de una vida no orgánica, la que puede tener lugar en la línea de un dibujo, en una línea de escritura o de música. Los organismos mueren, pero no la vida. No hay obra que no deje a la vida una salida, que no señale un camino entre los adoquines. Todo cuanto he escrito —al menos así lo espero— ha sido vitalista, y constituye una teoría de los signos y del acontecimiento.