jueves, 18 de octubre de 2007

Crónicas gabachunas: I/III - Presqu'île

Lo prometido es deuda y va aquí el primer post de las crónicas gabachunas.

Antes de nada he de reconocer que Gabacholandia (la Gauvagelande), no es un lugar tan inhóspito como me había parecido en otras ocasiones; entre las personas naturales de este lugar (los gabachunos), se encuentran desperdigados también unos seres que se hacen llamar a sí mismos “franceses”, que incluso parecen ser normales, sonríen y saben ser amables. Tras dos días en París, Lyon parecía estar llena de ellos. Eso sí, no os dejéis engañar: aunque todos digan ser franceses, la mala sangre gabachuna sigue latente.

Mi forma de llegar a Lyon fue soterrada y oscura: en metro. Muy moderno, sin conductores, sin cabinas: los trenes van solos y si te pones en uno de los extremos puedes ver el túnel, que está medianamente iluminado y es amplio. Impacta (nunca mejor dicho…) cuando te cruzas al tren que va en dirección contraria. El concepto de metro-zulo lleno de polvillo renegrido parece que no es la variable física que garantiza la capacidad de un tren para seguir una vía bajo suelo; parece ser indiferente. Un descubrimiento para la vida conurbana.


El problema de tanta modernidad es que es muy difícil conseguir un billete si no llevas suelto, ya que sólo hay máquinas que sólo aceptan monedas y un par de estaciones con personas humanas. Esas personas humanas hablan inglés o eso piensan, aunque no entienden el concepto “one ticket for ten trips”, pero sí algo así como “an tiké pur dé vias”. El ecológico concepto de bono para diez viajes consiste en diez billetes, uno tras otro.

Una vez me he resarcido del estúpido momento en que intentaba que me entendieran una simple frase de cinco palabras en inglés (idioma en el que me desenvuelvo a diario) sin éxito y recibiendo cierto tono “fucking spanish bastard”, prosigo. Fui directo al barrio de “Presqu’île”, barrio cuyo nombre es un claro e inequívoco ejemplo de que el lenguaje siempre se dirige hacia la simplicidad: no cuesta apenas nada memorizarlo y escribirlo. La ciudad se divide en tres barrios: al este del río Saona, el “Vieux Lyon”. Entre el Saona y el Ródano, la “Presqu’île” , y más allá del Ródano, el resto, más moderno. El Saona desemboca en el Ródano delimitando el límite sur del barrio impronunciable. Para ir allí salí del metro en la plaza de Bellecour:


Además de la perspectiva a Fourviere (con su basílica y su antena “Eiffeliana”) tiene algo, no sé bien qué, y también un garito de información turística donde conseguir un necesario plano de la ciudad. Si preguntáis por cosas de interés, en esa oficina os dirán que sólo el Viejo Lyon es interesante. Coged el plano y huid, son gabachunos. Pasear por la Presqu’île es una auténtica maravilla. Todas y cada una de las calles están repletas de edificios del XVIII y del XIX, hasta resultar impresionante.

Generalmente, estos lugares con un entramado homogéneo suelen carecer de monumentos que destaquen, pero éste es el palacio de “la Bourse”:

Y este el ayuntamiento:

Es verdad, no hay nada en Presqu’île que merezca la pena; el ayuntamiento es vulgar, pero está encuadrado con una fenomenal maestría por mi parte (los andamios son añadidos por photo shop, para perturbar la perfección de la toma antes de hacerla pública).

Esta es la común plaza de los jacobinos:


Para colmo de bienes, las distancias son muy abarcables pese a ser una ciudad grande, y en cualquier momento puedes cruzar un puente a la Edad Media, hacia el viejo Lyon:


u otro hacia el nuevo:


Comprenderéis que con posts de esta longitud me tome unos días para hacerlos… esta crónica tendrá dos más: “Vieux Lyon” y “Especial viandas: Lyon desde las tripas”. Que no os interesarán a nadie, pero a mi me vienen al pelo para tener algo que decir y recrearme en mis viajes no laborales.

1 comentario:

M dijo...

Lo del metro realmente impresiona: merece la pena montar aunque sea por verlo (porque por lo demás, Lyon se puede ver muy bien andando y es precioso pasear por cualquier barrio). Y los caballos de la fuente del ayuntamiento echan vapor de agua por la nariz: otra pijada tecnológica lyonesa digna de observación por curiosidad, jeje.