domingo, 21 de octubre de 2007

Crónicas gabachunas: II/III - Vieux Lyon

La colina de Fourviere domina Lyon desde el este y es el mejor punto por el que comenzar una visita al “Vieux Lyon”, principalmente porque hasta la cima sube una línea funicular que enlaza con el metro de la ciudad, y los turistas, como el agua, ruedan mejor cuesta abajo que cuesta arriba:


En la cima se encuentran la basílica y la antena que personalizan la panorámica de Lyon y que quedan muy bien en las fotos rollo nipón como la que ya puse por aquí de la “place Bellecour”.



Y lo que también se encuentra allí son los restos de la ciudad romana, Lugdunum. Principalmente un anfiteatro (el más grande y antiguo de la Galia) y un odeón, que tiene el mismo concepto, aunque más pequeño y moderno y que en teoría sólo se usaba para música (clásica, claro). También alguna calle, edificios cuyo fin se desconoce y una calzada de piedras muy grandes que hace pensar que ser romano y darte un paseo tenía que dar una pereza enorme.





Aunque pueda sonar extraño, Lyon fue la cuna del guiñol y, peor aún, están orgullosos de ello, hasta el punto de que existen guiñoles de todas las formas, colores y sabores por todas las tiendas de souvenirs del lugar. Porque, sí, aquí ya hay tiendas de souvenirs, aunque afortunadamente su densidad no es exagerada y nunca superan la densidad de restaurantes, bombonerías, cavas de vinos y queserías, que son los establecimientos estrella de toda la ciudad (de donde se deduce que los franceses, aun pareciendo un pueblo más aburrido que un partido C.D. Logroñés – Logroñés C.F., se montan unas bacanales gastronómicas en casa de mucho cuidado). Existen también restaurantes que ofrecen espectáculos de guiñol, y teatrillos de guiñol donde se puede cenar, que al final es lo que todo francés no puede dejar de hacer. Este en concreto es un cartel de actuaciones de un teatro de guiñoles en la rue St. Georges, ya en Vieux Lyon:



Rue St. Georges hacia el sur, y rue St. Jean hacia el norte, parten de la plaza de la catedral de St. Jean para vertebrar el barrio (en la medida en que un barrio medieval pueda estar vertebrado como un ñu común). La catedral no dice mucho, sobre todo con sus andamios pertinentes:


pero sí que es curioso el edificio que tiene adosado:


Calles estrechas repletas de restaurantes,


rincones,



plazas ,

y un concepto que no recuerdo bien como se llama, que consiste en pasadizos que pasan por debajo de los edificios, llegan a un patio interior y tienen salida al otro lado, es decir, en la calle paralela. Los patios también tienen su cosa:

Y una vista nocturna desde Presqu’île que se me ha hecho de noche pero merece la pena:


2 comentarios:

M dijo...

Estoy deseando ir a algún espectáculo de guiñol (ahora que sé dónde son gracias a ti) y no me canso de pasear por el Vieux-Lyon. ¡Tiene encanto!

Anónimo dijo...

Vale zagal, comento sobre lo de Lyon, pero es que tienes que reconocer que una serie de entradas que empiezan por "Crónicas 'gabachunas'" no incitan a dejar comentarios :P

Lo de los trenes es algo que se podría poner en marcha en cualquier sitio, pero resulta que a la gente le da miedo montar en un tren que no tiene conductor (sí, somos asínnn de zoquetes: nos fiamos más de una persona con un comportamiento impredecible que de una máquina que tiene modo ON/OFF). Siempre me ha sorprendido que la gente no se extrañe al ver a un conductor de metro leyendo tranquilamente el periódico mientras en tren entra en la estación. Otra cosilla que demuestra la estupidez humana: ¿por qué los primeros modelos de AVE tenían volante? ¿Acaso estaban preparados para ir campo a través?

Vale, el tren de la T4 en Madrid no tiene conductor y nadie dice nada, pero es la jodida excepción que confirma la regla.