lunes, 21 de noviembre de 2011

La desmotivación mental y otros aromas


Decía Murray Bookchin (y pienso, claro, que llevaba razón) que:

"En este paradigma actual, el eclecticismo remplaza a la búsqueda del sentido de la Historia; una desesperanza inmoderada reemplaza a la esperanza;  las utopías pesimistas reemplazan a la promesa de una sociedad racional; y, en las formas más refinadas de este conjunto, una "intersubjetividad" vagamente definida reemplaza a toda forma de razón, en particular, a la razón dialéctica. De hecho, el mismo concepto de razón ha sido puesto en duda por un antirracionalismo deliberado. Al despojar a las grandes tradiciones del pensamiento occidental de sus contornos, matices y gradaciones, estos "poshistoricistas", "posmodernistas" y (para acuñar un nuevo término) "poshumanistas" relativistas de nuestros días, están, en el mejor de los casos, condenando el pensamiento contemporáneo a un pesimismo negro o, en el peor, subvirtiendo todo su significado". 

Y traigo esto aquí y hoy, porque, leyendo las quejas electorales de unos, las respuestas de otros, me he percatado de algo peligroso a la par que acostumbrado (más peligroso aún): el único discurso de una supuesta izquierda (sí, es muchísimo decir), la socialdemocracia del PSOE, y de gran parte de la izquierda más allá, ha sido, durante mucho tiempo, el miedo: "¡que viene la derecha!", en voz de Alfonso Guerra o, más allá en la ironía, Felipe González. La supuesta izquierda debería saber, y haberlo aprendido ya, que el discurso del miedo es contrario a su propio sentido, a su origen intrínseco, a su naturaleza más íntima. "Mejor malo conocido que bueno por conocer" no es el pensamiento, nunca, de una mente empeñada en llevar a la sociedad a un estado más avanzado pero desconocido de su evolución. Pretender que el estado actual de las cosas es el mejor posible, sólo a falta de pulirle pequeños detalles es, se quiera o no, una pretensión conservadora, tanto como pretender que el miedo a que "todo puede ser peor" sirva como única motivación de un espíritu ansioso de mejorar el mundo, hacerlo avanzar.

Resulta curioso como desde la propia autodenominada izquierda socialdemócrata se "aligeran" los conceptos de moral y justicia por una versión light y poco profunda llamada "ciudadanía", y, desde alguna izquierda más allá se sostiene en ocasiones un discurso pretendídamente "radical" (aunque no busca raíz alguna del problema), según el cual la moral, la justicia, la esperanza, son conceptos desfasados, anticuados y obsoletos, propios de pensamientos conservadores. Por decirlo suavemente, se trata de un discurso contranatura. He aquí el auténtico peligro que detecto (y soy ingeniero, no filósofo, no será tan complicado verlo) en ciertos pensamientos de pretendida izquierda, y a veces supuestamente  muy de izquierda: renunciando a su propia razón de ser, a su búsqueda de un mundo mejor basado en lo que nos hace humanos (a saber: razón, facilidad social y de convivencia, capacidad empática....) se acaban rechazando los valores que eran motor de acción y estímulo propio, despreciándolos e incluso enajenándolos. Y si un pensamiento que pretende avanzar renuncia a ello, lo deja TODO en manos de las antiguas manipulaciones, de morales "irracionales", que sin mucho esfuerzo acaban en la injusticia y, claro, dialéctica de nuevo: en la inmoralidad. Si se renuncia a la moral racional, se acaba,de nuevo, por ejemplo, en la moral cristiana. O en la islámica. O en la budista; o en la de mis santas narices, lo mismo da.

No abogo por el absolutismo de la razón como diferencia primordial del género humano: los sentimientos, por ejemplo, también están allí, y el individuo no debe renunciar, ni mucho menos, a ellos. Pero de ahí a que, como no todo es negro o blanco, se decida que ni el blanco ni el negro existen, o más aún, existen sólo en cada ser individual y sólo allí, basándonos en que esta filosofía del relativismo es al pensamiento lo que la teoría de la relatividad es a la física, es absurdo. Por ejemplo, porque la teoría de la relatividad es una ley universal, que amplía el rango de su aplicación de las leyes de Newton, y que, por otra parte, no deja de aseverar que, puestos a vivir sin alcanzar la velocidad de la luz (que viene siendo lo habitual), Newton alcanzó una simplificación suficientemente aproximada de las leyes universales de Einstein. 

Es decir, mientras la física amplió su rango de aplicación (sabiéndose una aproximación de un universo inabarcable por ecuación humana alguna) y, en cierta manera, reafirmó las fórmulas existentes en su función de aproximación suficiente al funcionamiento de la realidad, el relativismo filosófico buscó cualquier excusa, cualquier rendija, para aseverar que nada es cierto ni incierto y que no hay nada sobre lo que avanzar ni hacia dónde ir, que nada sirve para nada. En lugar de ampliar su campo y encontrar nuevas formas de explicación, negó la mayor, y de la parte hizo el todo. 

Aun en el hipotético caso de que el ser humano, como animal, jamás sabrá aprovechar los medios que le han hecho predominar como especie sobre la tierra y que su instinto de competencia será mayor al de cooperación, que su superstición podrá a su razón, incluso en ese caso, la única forma de seguir hacia delante en un camino del que no veremos la meta, es confiar en que no, que siguiendo con la evolución mental y del pensamiento acabaremos encontrando las formas, los modos y las herramientas; o al menos seguiremos avanzando como seres. Lo contrario, la desmotivación del todo relativo, la ausencia de motivos y razones ante un destino siempre negativo, incluso aunque fuera cierto, no lleva, y creo que aquí no me equivoco, a ningún lado diferente a la autodestrucción, ni siquiera al individuo menos social que nos echemos en cara (que podría ser yo perfectamente).

Y por llevar esto al terreno de las artes, o de las letras, aclaro que no quiero que parezca que destierro a la estética como un objetivo loable, o más bien como una herramienta necesaria: el juicio subjetivo de la belleza (elegirla) también nos hace humanos. Y trabajar más allá de la realidad nos puede ayudar a encontrar las formas de transformarla.Pero si un acto de creación cualquiera pretendiera aportar algo en el camino del pensamiento, al ser humano como especie, creo que los posicionamientos, tan posmodernos de "desaparición de la moral, de lo social, del objetivismo" etc., curiosamente absolutos desde sus posiciones relativistas, son absolutamente contraproducentes. Al final no dejan, a las corrientes supuestamente progresistas, más recursos que los estrictamente conservadores, más herramientas que las que ya utilizaba la iglesia en la Edad Media: el miedo. Y eso no es pensamiento motivador para su objetivo, ni debería aspirar a serlo.

1 comentario:

PSK dijo...

Muy interesante. Un día me voy a lanzar a hablar sobre la moral en mi blog y así no te doy la vara aquí. Un saludo