jueves, 10 de noviembre de 2011

Hacia la reinterpretación del miedo

El efecto paralizante del miedo es a su vez el origen último de su causa. En un pasillo a oscuras, en el filo de una puerta, aparece el miedo para detener nuestro paso, evitarlo, o al menos retrasarlo hasta el momento en que la razón nos convence de la inexistencia del peligro, o de la conveniencia de aceptarlo en base a un estudio razonado de la situación. Generalmente, al otro lado sólo se encuentra la alcoba propia y un interruptor generador de reconfortante luz. 



El miedo como una herramienta natural, generatriz de estatismo, pero/y también de reflexión previa al siguiente paso. Este hecho sencillo es la base de la actividad que, no casualmente, se llama terrorismo: acción violenta que implica no poco perjuicio a quien la recibe, pero cuyo fin último no es el daño intrínseco de la acción, sino instalar el miedo, el estupor, el pánico. Paralizar al adversario, evitar su progreso.

No obstante, la definición de terrorismo (1. Dominación por el terror, D.R.A.E.) puede entenderse como la acción que persigue evitar, ralentizar y/o entorpecer una acción mediante el uso, no (sólo, únicamente) de la violencia, sino de la generación de terror, independientemente del medio/herramienta utilizado para ello (considerando que las acepciones 2 y 3 del diccionario son, claro está, otras).
 
En este sentido interpreto la generación de miedo a la que estamos sometidos continuamente: dominación por el terror. Actos violentos cada vez más frecuentes, salidas de tono incomprensibles, la también incomprensible subvención con fondos públicos del revisionismo histórico y la difusión de su mensaje a través de los ayuntamientos (¿un macabro juego dialéctico de antagonía a las leyes de la memoria histórica? ¿la nueva versión oficial?), o el miedo, en fin, que se nos inculca a la hecatombe que acontecería si un banco quebrase, si el FMI se descontenta, si los griegos dijeran NO a lo que se le pide a Grecia, si la mitad más uno de los griegos con ganas de decidir tuvieran al menos la oportunidad remota de decidir si le dicen Sí o No a lo que le piden a Grecia en base a lo que les contasen, explicasen y ocultasen en una ronda de información previa que, sospecho, estaría dirigida desde/hacia el miedo. Terrorismo, o para evitar ignorar las acepciones 2 y 3, "miedismo" (a fin de cuentas "terrorismo de baja intensidad", pero de baja intensidad por escasa resistencia), son los mensajes que apelan a la rendición como medio único de evitar la masacre, a la pérdida de "privilegios" [sic, derechos] como única forma de evitar la debacle descontrolada, a la debacle controlada para evitar señalar a sus causantes.

Y una vez el miedo se ha instalado en la conciencia, la ausencia de movimiento; la resignación, o la muerte en vida (nada hay más estático). Sería conveniente saludar al escenario y al público, y utilizar el alto en el camino para evaluar la situación real, para reflexionar sobre el siguiente paso, y no para dejarse caer en una congelación de estupor frente al viento helado de un aliento inerte. Hacia dónde el paso, qué tras la puerta, lo desconozco: cada cual tiene su puerta, interruptor y cerradura; el "artículo" se llama "hacia...", no "desde...", por desgracia.

No hay comentarios: