miércoles, 6 de febrero de 2008

“Todo regreso es un fracaso,
inofensivo y dulce como una droga blanda,
como la masturbación de un viejo”

Juan Antonio Bermúdez

En agosto de 2005 fragüé una de mis andanzas más arriesgadas. Lo del riesgo era relativo, aunque se vio luego (al final, todo depende de dejar en pie los puentes que uno atraviesa). Tras año y medio de un mileurismo despreocupadamente exacto (1.000,68€ netos decía la nómina) sin perspectivas de mejora y la mudanza en ciernes de M desde la Universitas Navarrensis pamplonesa a la sección cacereña de la UEx, envié dos (y digo dos) C.V. a tierras de Ibarralde sin que existiese ninguna vacante en el momento, con el resultado de una oferta laboral que mejoraba lo por aquel entonces presente. Tras la pertinente negociación, táctica “salami” incluída (así llaman los alemanes a no dar información ni ningún tipo de opinión sobre un tema hasta que el tiempo de reacción es casi nulo y la presión de una negativa es enorme para la “víctima”), que para eso uno estudió transistores y microprocesadores pero es negociador de profesión (la ingeniería industrial es lo que tiene, que vale para todo), Clio mediante acabé en Zafra, sur de Badajoz y última gran población de la Ruta de la Plata antes de adentrarse en Sevilla.


Con la idea de que estas cosas son para, como mínimo, mucho tiempo, descubrí el placer que significa poder alquilar por 300€ un piso que además era a estrenar y donde hubiera estado como un jeque saudí de no ser por lo ligeramente impresentable del casero, la verdad.

Sí, la experiencia laboral fue, como poco, dantesca y digna de relatar en otro lugar y otro momento. Nada que ver, sin embargo, con la fábrica ni con todas menos una o dos de las personas que la poblaban; descubrí lo que sucede con las servilletas: que, venidas a ser mantel, no cubren bien ninguna mesa; y me tocó, mala suerte, la mancha.

Creo que no duró ni seis meses y hace ya más de año y medio del regreso, por lo que todo parece una anécdota, una excursión por el subsuelo industrial salpicado por cierta incompetencia neuronal.


Me quedan claras, sin embargo, las extrañas sensaciones de coger el coche y explorar de cualquier manera y sin rumbo definido aquella región extraña de la comarca de Feria y sus vecinas, los castillos y los cerros, las dehesas de un verde que humedecía la vista en otoño e invierno y el manto de 27 colores de la primavera. Y el verano, con un secano de espanto, para decirlo todo. El constante, o eso me parece ahora, salir de cañas (vale, aquí es lo mismo). Supongo que la sensación de exploración y el exotismo que da un pueblo de quince mil habitantes del sur de Badajoz, acostumbrado a Logroño.


Me quedan claras también otras muchas sensaciones y la sociología de un lugar que, una y otra vez, gentes ajenas se empeñan en (des)dibujarme de otra forma. Quizá nunca han vivido allí, o ni hayan estado. Bueno, soy de Logroño y acostumbrado al territorio foráneo, lo que me ha familiarizado con este tipo de juicios apresurados y sin criterio sobre regiones con vitola de pobres, agrícolas o vaya usted a saber qué. Es lo que hay; luego nos quejaremos de lo mal que nos tratan los vecinos.

Así que al final, de vuelta no negaré que sigue existiendo cierto rastro de derrota, consecuencia lógica a toda opción que, tras larga meditación y una vez tomada, no puede desarrollarse.

Las fotos son, de arriba abajo: Puente de Ajuda (Olivenza), vista de la plaza Mayor de Zafra desde la plaza Chica, vistas desde el castillo de Burguillos del Cerro (en marzo 2006), dehesa de Jerez de los Caballeros (febrero 2006) y una de las múltiples e increíbles iglesias de Jerez de los Caballeros.

La cita pertenece al poemario “Compañero enemigo” (Libros de la herida, 2007), de Juan Antonio Bermúdez, nacido en Jerez de los Caballeros en 1970; todo parece encajar en esta entrada como una vulgar burla o un simple guiño.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

bonito texto (y bonitas fotos)


Carmen

Ediciones del 4 de Agosto dijo...

Nada contra los gays, pero esto lo que es, claramente, es una mariconada.
Abrazos, sensiblón.

Íñigo San Sebastián Barja dijo...

Lo único que a mi me consta es que el cantante de enBlanco es del club del pepino; lo demás que leo por aquí son opiniones subjetivas con mayor o menor criterio (en ese orden).
Os vais a comer este texto, que se va a quedar cuatro días por lo menos (¡a emigrar se ha dicho!)