Ultimamente me viene interesando bastante la corriente de "preocupación" ante el dominio absoluto de la corrección política; quizá sólo como concepto. Me aterra pensar que quizá no soy capaz de discernir una ética real de una ética que, simplemente, sea políticamente correcta. El ejercicio de la crítica constante desde todos los ángulos posibles (da igual que no los comparta) como elemento infalible, quizá no sea suficiente si mis principios "morales" se basan en la mímesis con una sociedad fatalmente conquistada por una corrección extrínseca al ser humano. Qué sé yo.
Dentro de la incorrección política parece que está de moda el filósofo esloveno Slavoj Zizek. Supe de él como contrapartida del neodios del irracionalismo, Gilles Deleuze. Yo es que de fútbol quizá, pero de folosofía ni idea.
La lectura por encima (única de la que soy capaz) de fragmentos de Zizek, me parece bastante retadora, provocadora: "¿X? ¿no es igual que Y? fíjate en Z, te jodes y le das vueltas".
Introducción a "En defensa de la intolerancia"
La prensa liberal nos bombardea a diario con la idea de que
el mayor peligro de nuestra época es el fundamentalismo intolerante
(étnico, religioso, sexista...), y que el único modo de
resistir y poder derrotarlo consistiría en asumir una posición
multicultural.
Pero, ¿es realmente así? ¿Y si la forma habitual en que se
manifiesta la tolerancia multicultural no fuese, en última instancia,
tan inocente como se nos quiere hacer creer, por cuanto,
tácitamente, acepta la despolitización de la economía?
Esta forma hegemónica del multiculturalismo se basa en la
tesis de que vivimos en un universo post-ideológico, en el que
habríamos superado esos viejos conflictos entre izquierda y
derecha, que tantos problemas causaron, y en el que las batallas
más importantes serían aquellas que se libran por conseguir
el reconocimiento de los diversos estilos de vida. Pero, ¿y
si este multiculturalismo despolitizado fuese precisamente la
ideología del actual capitalismo global?
Capítulo 8 - La tolerancia represiva del multiculturalismo
En nuestra era de capitalismo global, ¿cuál es, entonces, la
relación entre el universo del Capital y la forma EstadoNación?
"Auto-colonización", quizás sea la mejor manera de
calificarla: con la propagación directamente multinacional del
Capital, ha quedado superada la tradicional oposición entre
metrópoli y colonia; la empresa global, por así decir, cortó el
cordón umbilical con su madre-patria y trata ahora a su país
de origen igual que cualquier otro territorio por colonizar.
Esto es lo que tanto molesta a los patrióticos populistas de
derechas, desde Le Pen a Buchanan: las nuevas multinacionales
no hacen distingos entre las poblaciones de origen, de
Francia o EE.UU., y las de México, Brasil o Taiwan. Tras la
etapa del capitalismo nacional, con su proyección internacionalista/
colonialista, el cambio auto-referencial del actual capitalismo
global, ¿no puede interpretarse como una suerte de
justicia poética, una especie de "negación de la negación"? En
un principio (un principio ideal, claro está), el capitalismo se
quedaba en los confines del Estado-Nación, y hacía algo de
comercio internacional (intercambios entre Estados-Nación
soberanos); vino después la fase de la colonización, en la que
el país colonizador sometía y explotaba (económica, política y
culturalmente) al país colonizado; la culminación de este proceso
es la actual paradoja de la colonización: sólo quedan
colonias y desaparecieron los países colonizadores; el EstadoNación
ya no encarna el poder colonial, lo hace la empresa
global. Con el tiempo, acabaremos todos no ya sólo vistiendo
camisetas de la marca Banana Republic, sino viviendo en
repúblicas bananeras.
La forma ideológica ideal de este capitalismo global es el
multiculturalismo: esa actitud que, desde una hueca posición
global, trata todas y cada una de las culturas locales de la
manera en que el colonizador suele tratar a sus colonizados:
"autóctonos" cuyas costumbres hay que conocer y "respetar".
La relación entre el viejo colonialismo imperialista y la actual
auto-colonización del capitalismo global es exactamente la
misma que la que existe entre el imperialismo cultural occidental
y el multiculturalismo. Al igual que el capitalismo global
supone la paradoja de la colonización sin Estado-Nación
colonizador, el multiculturalismo promueve la eurocéntrica
distancia y/o respeto hacia las culturas locales no-europeas.
Esto es, el multiculturalismo es una forma inconfesada, invertida,
auto-referencial de racismo, un "racismo que mantiene
las distancias": "respeta" la identidad del Otro, lo concibe
como una comunidad "auténtica" y cerrada en sí misma respecto
de la cuál él, el multiculturalista, mantiene una distancia
asentada sobre el privilegio de su posición universal. El multiculturalismo
es un racismo que ha vaciado su propia posición
de todo contenido positivo (el multicuIturalista no es
directamente racista, por cuanto no contrapone al Otro los
valores particulares de su cultura), pero, no obstante, mantiene
su posición en cuanto privilegiado punto hueco de universalidad
desde el que se puede apreciar (o despreciar) las otras
culturas. El respeto multicultural por la especificidad del Otro
no es sino la afirmación de la propia superioridad.
...
Se concluye, por tanto, que el problema del imperante multiculturalismo
radica en que proporciona la forma (la coexistencia
híbrida de distintos mundos de vida cultural) que su
contrario (la contundente presencia del capitalismo en cuanto
sistema mundial global) asume para manifestarse: el multiculturalismo
es la demostración de la homogeneización sin
precedentes del mundo actual. Puesto que el horizonte de la
imaginación social ya no permite cultivar la idea de una futura
superación del capitalismo -ya que, por así decir, todos
aceptamos tácitamente que el capitalismo está aquí para quedetse-,
es como si la energía crítica hubiese encontrado una
válvula de escape sustitutoria, un exutorio, en la lucha por las
diferencias culturales, una lucha que deja intacta la homogeneidad
de base del sistema capitalista mundial. El precio que
acarrea esta despolitización de la economía es que la esfera
misma de la política, en cierto modo, se despolitiza: la verdadera
lucha política se transforma en una batalla cultural por el
reconocimiento de las identidades marginales y por la tolerancia
con las diferencias. No sorprende, entonces, que la tolerancia
de los multiculturalistas liberales quede atrapada en un
círculo vicioso que simultáneamente concede DEMASIADO y
DEMASIADO POCO a la especificidad cultural del Otro