Reconozco que no comprendo para qué se hacen los blogs. Tampoco entiendo para qué sirve hacer un fanzine pseudo-literario y, sin embargo, creo que el aliento que percibo en la nuca es el número tres de “Lapapelera”*, aunque no me atrevo a girarme para confirmarlo. Pero bueno, en el mundo tiene que haber de todo, hasta gente que escriba poesía. E incluso existe, la he conocido, buena gente que escribe poesía. Es más, dentro de ese grupúsculo, alguno escribe bien. Esto me lleva a otra “dúbida” imperiosa: ¿Cómo es posible que yo tenga publicados dos poemarios? De verdad, prefiero seguir en la ignorancia al respecto (por si llega el tercero, claro).
Veamos: el mundo sería un lugar aún más aburrido si no hiciéramos cosas sin sentido. Principalmente, porque si nos ponemos serios, pocas cosas, o ninguna, tienen sentido. Para dudas al respecto, procédase a la lectura de cualquier filósofo alemán de nombre impronunciable; aquí no me cabría explicarlo y además lo haría mal.
Parece que estamos condenados a hacer cosas sin motivo, incluso conociendo esa carencia de antemano. Pero es así, hacer algo no obligatorio, no rutinario, no funcional, nos hace sentir libres, nos permite una moderada sensación de estar vivos. Eso es, paradoja, el mejor de los motivos de cualquier acto.
Así que, irremediable víctima de la dictadura de la tecnología binaria (quién descubriría los semiconductores, su madre…), he aquí una forma de perder el tiempo que se complementa a la perfección con mi absoluta y difundida ausencia total del mismo. Espero que a mayor sinsentido, mayor satisfacción…
*”Lapapelera”: grandioso, enorme, maravilloso y tremendo fanzine literario (y más), que hasta el día de hoy sufre de hipo-distribución e hiper-relajación en las entregas, pero que está muy bien cuidado por ese señor de nombre Odón Serón, y por este que suscribe, que le acuna por las noches (ojo, al fanzine, pájaros).
**La foto del perfil está realizada en la popular y aclamada “Highway to Hell”. Lo que nadie sabía, pero AC/DC y yo sí, es que ese no es más que el nombre pomposo y anglófilo de la muy hispánica y latina Ruta de la Plata, a su paso por Villafranca de los Barros (Badajoz).